Nacido en Apulco, en el distrito jalisciense de Sayula, Juan Rulfo creció entre su
localidad natal y el cercano pueblo de San Gabriel, villas rurales dominada por
la superstición y el culto a los muertos, y sufrió allí las duras consecuencias
de las luchas cristeras en su familia más cercana (su padre fue asesinado).
Esos primeros años de su vida habrían de conformar en parte el universo
desolado que Juan Rulfo recreó en su breve pero brillante obra.
En 1934 se trasladó a Ciudad de México, donde
trabajó como agente de inmigración en la Secretaría de la Gobernación. A partir
de 1938 empezó a viajar por algunas regiones del país en comisiones de servicio
y publicó sus cuentos más relevantes en revistas literarias. En los quince
cuentos que integran El llano en llamas (1953), Juan Rulfo ofreció una primera
sublimación literaria, a través de una prosa sucinta y expresiva, de la
realidad de los campesinos de su tierra, en relatos que trascendían la pura
anécdota social.
En su obra más conocida, Pedro Páramo (1955), Rulfo dio una forma más
perfeccionada a dicho mecanismo de interiorización de la realidad de su país,
en un universo donde cohabitan lo misterioso y lo real; el resultado es un
texto profundamente inquietante que ha sido juzgado como una de las mejores
novelas de la literatura contemporánea.
El protagonista de la novela, Juan Preciado, llega a
la fantasmagórica aldea de Comala en busca de su padre, Pedro Páramo, al que no
conoce. Las voces de los habitantes le hablan y reconstruyen el pasado del
pueblo y de su cacique, el temible Pedro Páramo; Preciado tarda en advertir que
en realidad todo los aldeanos han muerto, y muere él también, pero la novela
sigue su curso, con nuevos monólogos y conversaciones entre difuntos, trazando
el sobrecogedor retrato de un mundo arruinado por la miseria y la degradación
moral. Como el Macondo de Gabriel García Márquez, la ardiente y
estéril Comala se convierte en el espacio mítico que refleja el trágico
desarrollo histórico del país, desde el Porfiriato hasta la Revolución
Mexicana.
Desde el punto de vista técnico, la novela se sirve
magistralmente de las innovaciones introducidas en la literatura europea y
norteamericana de entreguerras (Proust, Faulkner, Joyce), línea que seguirían
en los 60 muchos autores del Boom; planteado inicialmente como
un relato en primera persona en boca de su protagonista, se asiste en seguida a
la fragmentación del universo narrativo por la alternancia de los puntos de
vista (con uso frecuente del monólogo interior) y los saltos cronológicos.
Rulfo escribió también guiones cinematográficos como Paloma herida (1963) y otra excelente novela corta, El gallo de oro (1963). En 1970 recibió el Premio
Nacional de Literatura de México, y en 1983, el Príncipe de Asturias de la
Letras.
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